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La niebla disfrazaba su altura. Nada podía hacer imaginar que tras el tenue velo se escondiese esa imponente fortaleza. Envuelto en el mágico rocío de la mañana el castillo se tornaba casa y la casa, hogar. Presidiendo la colina, piedras, muros, torres caían sobre la ladera como un padre que acoge al recién llegado. De su historia, nada sabían los nuevos moradores. Sólo que lo tenían ante su vista, eran los restos de viejas conquistas. De su pasado árabe, el nombre: “Alcalá”. Un nombre que trasciende a un vasto territorio rodeado de montañas protectoras de antiguos invasores. El nombre se alarga con el tiempo a Alcalá de la Selva, como también lo hacen los vecinos hasta la Virgen de la Vega. La primara imagen de la fortaleza, vestida de Sol radiante en pleno mediodía de Agosto, el de la bienvenida de un pueblo cruzado por arterias empinadas, recoletas pintadas de geranios y perfumadas con hierbabuena. Las voces llegan desde la plaza. La tertulia que comienza en la compra del pan, acaba en el nubarrón que se colgado en las montañas de enfrente. No es un mal presagio. Solo es agosto. La tarde cae lánguida de siesta acurrucada en la sombra de calles estrechas de forja y cal blanca. El sueño se eleva y concita la atención del sapo, ese que promete pasiones eternas. En el rio, las aguas corren cristalinas y hacen eco de olas a la voz del pastor que llama al rebaño tendido en los prados cercanos. El cielo pintará un arco iris y el viento traerá la música de saltimbanquis, tenores, sopranos, castañuelas, dulzainas, guitarras…Es la música de un pueblo que invita a la fiesta. La noche se engalana de estrellas y la luna pone luz natural a un escenario en el que todo es posible. El Castillo preside el lugar y a sus pies la fiesta no ha hecho nada más que empezar.

De esta manera, puede alguien imaginar Alcalá de la Selva o simplemente puede ser una primera invitación para conocer este municipio de la Sierra de Gúdar. Alcalá tiene el atractivo que cualquier viajero impenitente busca en la España interior. No hacen falta grandes campañas publicitarias para enamorarse de ella. Alcalá suena a femenino y cautiva por los cinco sentidos. En los ojos se mezclan el color verde, gris arenisco, el negro pizarra. En la nariz, el olor a hierba, tomillo y almizcle…en el oído, el silencio interrumpido por los pájaros, el paso del agua, el juego de las manos que saludan y entregan su hospitalidad. Alcalá de la Selva es así, un imán que te hace regresar. Nadie escapa a la tranquilidad de su entorno, bálsamo para el estrés y el vértigo de la gran ciudad, ni a su amable plaza, en la que poder departir en interminables tertulias. Tampoco se puede huir del omnipresente castillo, hasta hace muy poco en ruinas, y en el que ya hoy puede recrearse su historia. Enumerar las bondades de este municipio daría para páginas y páginas. Lo importante es conocerlo. Por eso queremos recomendarte a ti querido, querida lectora una primera visita, después comprobarás que Alcalá de la Selva y FESTIFALK no solo es un destino turístico, es mucho más…”es un encuentro de culturas que tiene lugar en un paraíso cerca del cielo que acaba siendo su propia casa”
 

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